lunes, 15 de marzo de 2010

Un tesoro maya: La calavera de cristal


INTRODUCCIÓN

Desde 1927 pertenece al "National Museum of the American Indian" de la "Heye Foundation" esta preciosa y enigmática obra de arte tallada en cuarzo, que atrapa la imaginación de los expertos en cristalografía, pues ven en esta pieza algo tan fascinante y misterioso, que no titubean en calificarlo de insólito y sorprendente.

Quienes han tenido la posibilidad de observarla, la han visto depositada sobre una mesa iluminada donde refulge con alucinante brillo multicolor, colmando de estupor a quienes así la admiran.

Por seguridad, esta curiosa calavera está depositada en una bóveda de la sucursal del Banco de América en San Francisco (California), en un suburbio llamado Mealvalley.

Los trámites para depositarla en ese lugar los realizó su descubridora Ana Mitchell Hayes (o Ana Mitchell Hedges), hija adoptiva del explorador inglés F. A. Mitchell Hayes.

EL HALLAZGO

Ana Mitchell la encontró cuando exploraba con su padre el territorio de una antiquísima ciudad maya en Centroamérica, región que hoy conocemos como Belice, o sea lo que anteriormente se llamaba Honduras Británica.

Es poco lo que se sabe sobre la historia precolombina de esta zona que limita con México y Guatemala, pero numerosos detalles encontrados en ese lugar señalan que allí habitó esa desconcertante civilización que constituyó el pueblo maya.

El investigador y explorador Mitchell Hayes en 1924 comenzó allí sus trabajos de excavación, con la esperanza de encontrar una ciudad perdida. Y luego de varios meses de un extenuante trabajo dieron con las ruinas de una fastuosa ciudad a la que llamaron Lubaantun, que en maya quiere decir “ciudad de las piedras caídas“.

En 1926 comenzaron los trabajos de limpieza de la ciudad que cubre un área de seis millas cuadradas, y en cuyo centro se levantan pirámides, terrazas, murallas, cámaras subterráneas, así como un magnífico anfiteatro que puede dar capacidad a diez mil personas.

El citado Mitchell Hayes hizo notar que Lubaantun era la más grande estructura aborigen que se había encontrado hasta entonces en continente americano.

Solo la limpieza de vegetación en varias de las pirámides encontradas llevó varios meses de intenso trabajo.

El hallazgo entusiasmó de tal manera al explorador británico, que llegó a confesar a sus íntimos que aquella ciudad había pertenecido a la legendaria Atlántida, y que continuaría con sus excavaciones, por lo menos, durante siete años más.

Su hija adoptiva Ana, era entonces una adolescente inquieta, y en la jornada de su 17 cumpleaños se produjo el gran hallazgo: “Durante días veíamos algo entre las piedras al recibir los reflejos del sol, y ciertamente no descansamos hasta hacer accesible aquel lugar". Y fue Ana quien lo rescató, porque sus manos eran más pequeñas que las de los demás. Y en una primera instancia el padre de Ana se resistió a creer en el descubrimiento de aquel cráneo de cristal.

El denominado “Cráneo del Destino“ o “Max“, fue hallado como se ha dicho en forma totalmente casual (siete testigos así lo afirman). Esta calavera, en realidad de cristal de cuarzo, tiene el tamaño natural de un cráneo humano. Pesa unos cinco kilogramos, y fue esculpida en una sola pieza. Mide veinte centímetros de largo por trece de ancho y quince de alto.

El tallado y pulido de la pieza es de tal perfección, que es una réplica casi exacta de un cráneo humano, y las sutilezas de su exquisitez se esconden en la noche de los tiempos.

Los descubridores aseguran que la obra de arte sin duda llevaba siglos enterrada tras el altar donde fue encontrada. Pero hubo algo de decepción, pues tras desenterrarla se observó que le faltaba la mandíbula inferior. Luego, y tras el exhaustivo trabajo de Mitchell y de su equipo de trabajadores, lograron encontrar el elemento faltante meses más tarde, y a unos veinte metros del lugar del primer hallazgo. La otra parte de la pieza también había sido cuidadosamente enterrada en otro nicho.

Es importante no perder de vista que obviamente a la calavera se le adjudica un origen maya, por haber sido encontrada en territorio maya.

Tampoco debemos perder de vista que en la comitiva que acompañó a Mitchell, se encontraba el experto en cultura maya Doctor Thomas Gann, así como el representante del Museo Británico Capitán Joyce, junto a la financiera de la expedición Richmond Brawn.

Además la propia Ana Mitchell ha colaborado en sembrar un halo de misterio sobre la enigmática calavera, al comentar a la prensa tras la muerte de su padre: “Lamento no haberla encontrado con mi padre como él lo hubiera querido; este objeto ceremonial tiene sin duda un tremendo potencial místico, y de caer en manos inescrupulosas podría convertirse en un poderoso instrumento par el mal“.

Otro investigador, Richard Gardin, tiene un interesante libro donde narra el hallazgo y el estudio de la calavera y donde afirma: “La pieza es una obra maestra de escultura realista, es casi increíble que haya sido creada sin la ayuda de herramientas modernas de precisión; véase por ejemplo, que los arcos cigomáticos, arcos de huesos que se extienden a lo largo de la frente, y los lados de las calaveras humanas, están diseñados en la de cristal en forma tal, que actúan como tubos de luz para canalizar rayos lumínicos desde la base del cráneo hasta las cuencas de los ojos, y allí terminan en lentes cóncavos en miniatura que enfocan el rayo de luz hacia la parte posterior de los orificios, utilizando principios sorprendentemente similares a los de la óptica moderna. Algo más incomprensible y misterioso son los prismas y lentes dentro del cristal, los cuales recogen rayos de luz trasmitiéndolos directamente a los arcos ciliares. Por lo tanto si a la calavera se le coloca una fuente de luz por debajo, el efecto es aterrador y sorprendente, pues se ilumina con brillo fantasmal“.

De acuerdo a tanto documento existente sobre esta enigmática calavera, debe destacarse el siguiente testimonio de uno de los integrantes de la expedición que también estuvo en los bosques tropicales de Belice (Honduras Británicas): “Los mayas nos decían que la utilizaban (la calavera) para provocar la muerte o para curar enfermedades; por ejemplo, si un hechicero era demasiado viejo para realizar ceremonias, elegía un hombre joven y se postraban ambos en el altar (del cráneo); y entonces un sacerdote realizaba una ceremonia, y los conocimientos del anciano pasaban al joven; y a partir de ese entonces el anciano podía morir ya en paz, puesto que a paRTIR DE ENTONCES el joven se convertía en un hombre sabio; este cráneo de cristal puede que tenga enormes poderes, incluso de predicción sobre acontecimientos futuros“.

ALERTA A LOS NAVEGANTES

De lo dicho personalmente me permito presumir que el "Cráneo del Destino" actuaría como si se tratase de una gran bola de cristal, que usualmente utilizan augures o adivinos, que en trance o mancia permitiría producir percepciones hialoscópicas (hialoscopía es la técnica de adivinación que se basa en la utilización de espejos, superficies líquidas, o bolas de cristal).

Todo nos lleva a pensar que si la citada calavera fuese colocada en un altar hueco con una fuente de luz abajo, el espectáculo ciertamente sería impresionante; los ojos brillarían con luces fantasmagóricas, y la mandíbula al abrirse y cerrarse representaría una patética parodia, y el cráneo se movería afirmando o negando al menor golpe de aire.

Así se estaría en presencia de un mágico oráculo planificado con un ingenio tal, que prácticamente resultaría imposible atribuírselo a los mayas.

Y el investigador Richard Gardin afirma lo siguiente: “Solo existen dos posibilidades ante este increíble hallazgo en una tumba maya en lo más profundo de la selva centroamericana, o es un patraña monumental, o en verdad nos encontramos ante algo que sacude la imaginación por sus trascendentes implicaciones.

La calavera de cristal sin duda fue tallada o labrada por seres muy superiores a los que en promedio habitan este planeta.

¿QUIEN LA LABRÓ?

El descubrimiento narrado tuvo lugar en 1927, o sea hace más de ochenta años.

¿Quién en ese entonces hubiese podido llegar hasta la zona de Bélice, en lo más profundo y peligroso de la selva de Honduras Británica, y quién hubiera podido ubicar las ruinas de Lubaatun cubiertas por casi dos metros de una vegetación agreste, plena de alimañas y animales ponzoñosos, para luego esconder la calavera a efectos que, una vez encontrada, pareciera estar llena de polvo acumulado por los siglos?

¿Y quién se hubiera tomado la molestia de realizar un ciclópeo trabajo similar a veinte metros de distancia, para allí ubicar la mandíbula inferior?

EL PULIDO

El culto lector seguramente conoce que la tecnología actual permitiría realizar en cuarzo una calavera de estas características, pero que la misma llevaría al menos tres años de trabajo, a un costo tal vez de novecientos mil dólares.

También el culto lector sabrá que el cuarzo es una de las materias más duras y muy difícil de trabajar. En la escala de Mohs su factor de dureza es 7, o sea que este material, cierto, es algo más blando que el diamante (que tiene un factor de duresa de 10), pero que igual es muy duro y muy difícil de trabajar.

El Museo del Hombre de París, ha afirmado que el “cetro mágico“ maya del siglo XIII ó XIV D.C. es una pieza estrella de la arqueología mundial, y un símbolo de los misterios del pasado que aún debemos desentrañar.

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